
Autor Ricardo Schmalbach R.
En 1984, Konrad Lorenz escribía un ensayo sobre los comportamientos pecaminosos de la humanidad civilizada enmarcados en el daño que hacían al planeta tierra. Este año, el Papa Francisco realiza una encíclica para llamar nuevamente nuestra atención.
¿Existen algunos aspectos en que coincidan? ¿Sigue vigente la postura del padre de la etología?
El primer pecado mencionado por Lorenz señala esa perturbación del sistema viviente expresando: ”¿para qué le sirve a la Humanidad su multiplicación desmedida, su espíritu de competencia que se acrecienta sin límite hasta rayar en lo demencial, el incremento del rearme, cada vez más horripilante, la progresiva enervación del hombre apresado por un urbanismo absorbente, y así sucesivamente? No obstante, si afinamos un poco nuestra observación nos percatamos de que todos esos adelantos erróneos son perturbaciones de unos mecanismos muy concretos del comportamiento, en cuyos comienzos se desarrollaría, con toda probabilidad, como un valor inalterable, la conservación de la especie. Para expresarlo con otras palabras, se les debe conceptuar como rasgos patológicos” (Lorenz, 1984 p 6).
Luego, Lorenz considera que nuestro mecanismo para conservar la especie está alterado y es la base para las demás perturbaciones: superpoblación y masificación. La invasión del espacio vital juntándonos en ciudades que nos masifican, empujándonos a sentirnos ignorados, indiferenciados. La consecuencia, una búsqueda de individualidad de forma abrupta, deseando no involucrarnos en los asuntos de los demás. Crece la indiferencia sobre el dolor ajeno, y se facilita la tarea delictiva, nos volvemos indolentes.
Según Lorenz (1984) nuestra capacidad estética y ética se ve deteriorada debido a la falta de cercanía con la naturaleza viva, y considera difícil que el hombre se inspire, si todo lo que le rodea es obra humana sin armonía y con elementos sórdidos, pues responden sólo a la satisfacción inmediata de necesidades sin guardar el equilibrio que la naturaleza requiere.
A la vez, la acción sobre la naturaleza como un ente inagotable, también nos aleja de su belleza y como consecuencia nuestra capacidad ética se ve alterada. La humanidad cada día en la búsqueda de comodidad, sólo va tras de satisfacción de necesidades inmediatas. Se empuja a creer que invertir en el trabajo penoso que permite la alegría de la consecución de metas, no tiene valor. Que lo importante es lograr satisfacer todas las necesidades, aplanando la vida, sin contrastes, todo pierde valor, sin darnos cuenta, vamos hacia una vida que solo tiene el tinte del aburrimiento.
Ahora, el señalamiento del Papa Francisco permite ver las consecuencias de alejarnos de la naturaleza que expresó Lorenz (1984). Este líder mundial sacude nuestro aturdimiento a través de su expresión “estamos perdiendo nuestra casa que parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería” (Papa Francisco, 2015).
En su encíclica expresa claramente que debemos cambiar nuestro estilo de vida para evitar que al seguir la cultura del descarte, nuestro planeta se aleje más de nosotros. La actitud de inmediatez: todo es basura, lleva implícito el distanciamiento de lo natural e impide ver las lecciones que ella, la naturaleza y sus ejemplos de funcionamiento, nos brinda. Cada día nos acercamos más a un estilo de vida desequilibrado, responsable de acelerar el calentamiento global y agotar los recursos naturales.
Así, en la encíclica se menciona que los hábitos de los países y sectores más ricos de la sociedad, el hábito de gastar y tirar alcanzan niveles inauditos, explotando el planeta sin resolver el problema de pobreza.
La cultura de la inmediatez de la que hablaba Lorenz es mencionada por el pontífice expresando: ”El cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preservación”. Considerar que el ser humano a través de la tecnología y finanzas solucionará los problemas, es la incapacidad de ver de forma más integral la naturaleza y su perfección.
El Papa Francisco señala el comportamiento social de los últimos dos siglos como muestra de la falta de calidad de vida y aumento del deterioro de vida en comunidad. La degradación del ambiente natural y humano la sufren los pobres más, y muestra además de forma más clara esa indolencia del ser humano frente a los otros.
Solo la búsqueda de la armonía, la recuperación de la belleza de nuestros suelos, de los recursos hídricos y del aire, biodiversidad y equilibrio ecológico, posibilitará que sanemos nuestra humanidad.
Como ejemplo, la conciencia sobre el recurso hídrico, comportamientos para evitar el deterioro de su calidad, proveerla como un derecho básico, fundamental y universal. La creación de conciencia sobre educar y crear valores de aprecio a nuestros recursos, por tanto apreciar la biodiversidad, clave para satisfacer problemas ambientales y humanos en un futuro, mirar más allá de lo inmediato para asegurar que la biodiversidad no acabe. Tomar conciencia de un estilo de vida armónico con la naturaleza, es en fin un camino para sanar nuestro ambiente natural y social.