En vista de los eventos ocurridos en el Río Piura en el Norte de Perú a finales del mes de Marzo de 2.017, así como en la Ciudad de Mocoa, capital del Departamento del Putumayo, en el suroccidente de Colombia a principios del mes de Abril de 2.017, se considera prudente describir algunos conceptos acerca de los deslaves, desbordes de los cauces naturales e inundaciones.
1.- INTRODUCCIÓN.-
La presencia de fenómenos naturales forma parte integral del proceso de la evolución de la tierra, estos fenómenos naturales han acompañado al ser humano a lo largo de su existencia. Estos eventos son difíciles de afrontar por el escaso control que se puede tener sobre ellos, aún con los avances tecnológicos que se puedan tener para estudiarlos o eventualmente predecirlos.
La presencia del hombre en el medio ambiente, sus actividades e infraestructura, históricamente se han ido extendiendo progresivamente hacia las zonas de las cuencas y en particular hacia las riberas o márgenes de los ríos.
Estas actividades se han desarrollado tanto en las zonas superiores de la cuenca, así como en las márgenes de los ríos y en especial en las planicies inundables ubicadas en las partes medias y bajas de la cuenca, por ser las áreas propicias, desde el punto de vista topográfico, para los desarrollos urbanos.
La mayoría de los pueblos y ciudades que conocemos hoy, se han desarrollado en áreas que han sido habitadas desde tiempos muy antiguos; siendo las riberas de los ríos, los lugares favoritos para los asentamientos humanos, debido a la disponibilidad de agua y la fertilidad de la tierra para la agricultura.
Con el trascurso de los años la relación “Hombre – Cursos de Agua” se ha ido desarrollando con el incremento poblacional e industrial y de las rutas de comunicación, requeridas para el intercambio económico y social.
Actualmente resulta difícil ignorar los problemas de inundaciones y zonas bajas, así como la necesidad de proteger carreteras, vías férreas, construcciones industriales y fundamentalmente los centros poblados, siempre teniendo presente que el curso de agua natural es una entidad viviente en continuo desarrollo que se deberá proteger en todo lo posible.
A través de la historia, los asentamientos urbanos se han desarrollado en las riberas de los ríos. Con su presencia, el hombre ha interferido, en varias oportunidades, negativamente en el funcionamiento natural del ciclo hidrológico y en la dinámica biológica y en especial la geomorfológica de los ríos y sus cuencas contribuyentes. En varias ocasiones, la ocupación del territorio y los impactos originados por el hombre son tan importantes, que se han originado situaciones extremas que han generado catástrofes que involucran cuantiosas pérdidas económicas y humanas.
Ahora bien, también es cierto que la naturaleza ha ofrecido a la humanidad innumerables áreas para el desarrollo urbano, pues la erosión de las cuencas de los ríos y su posterior deposición en los piedemontes de las laderas, ha formado áreas idóneas para estos desarrollos.
Sobre la base de lo anterior, es imprescindible iniciar con los conceptos fundamentales de la hidráulica de cauces naturales. Dependiendo de sus características hidráulicas, las corrientes naturales se pueden dividir en ríos y torrentes.
Los ríos se caracterizan por tener caudales importantes incluso en épocas de estiaje. El curso de agua es alimentado por una extensa red de afluentes con aportes superficiales y contribuciones por la escorrentía subsuperficial. El perfil longitudinal suele ser constante con pendientes generalmente inferiores al 5% y velocidades de flujo inferiores a los 4 ó 5 m/s.
Por su parte, los torrentes son cursos de agua que escurren por zonas de montaña con altas pendientes que generalmente están por encima del 5% y con unas velocidades superiores a los 5 m/s en el momento de la ocurrencia de las crecidas. Los gastos que escurren por estos tramos, debido a sus velocidades, tiene un gran potencial erosivo, arrastran materiales hacia las cuencas medias o bajas.
En vista de que en los torrentes se generan altas velocidades y por ende, les da la capacidad erosiva y de arrastre de materiales, los torrentes tienen un importante potencial destructivo, producto de la gran energía del flujo, la cual a su vez proviene principalmente de la elevada pendiente de los cauces y de la presencia de materiales solidos transportados por la corriente, los cuales, junto con el agua, pueden causar enormes daños al alcanzar las planicies aguas abajo, donde normalmente se concentran las actividades humanas, sean desarrollos urbanos o desarrollos agrícolas, o de cualquier índole.
En otras palabras se puede indicar que estos torrentes o ríos de montaña, al llegar al pié de monte, sufren un cambio brusco en su pendiente y gradiente hidráulico, por lo cual, en época de crecientes tienden a depositar sus arrastres sólidos para formar lo que se conoce como el abanico aluvial del río o también denominado cono de deyección.
La falta de terrenos adecuados para urbanizar, ha hecho que numerosas ciudades y poblaciones se asienten sobre las laderas y abanicos aluviales de los ríos de montaña. Los deslizamientos, los flujos de detritos o aludes torrenciales, y las inundaciones, ocurren natural y frecuentemente en estos ambientes, amenazando gravemente los desarrollos urbanos allí asentados. Es por estas razones que la ocupación de los abanicos aluviales tiene que ir acompañada de medidas de control y mitigación contra la amenaza torrencial.
Foto Nº 1. – Vista de la garganta y del abanico aluvional de la cuenca del Rio San Julián luego de la construcción de las presas y la canalización en 2.006 en el Estado Vargas, Venezuela. (Foto del Autor).
Se entiende por Alud Torrencial o Deslave, como aquellos flujos con altas concentraciones de sedimentos que se generan en las cuencas montañosas, cuyo origen está asociado a la ocurrencia de deslizamientos durante lluvias prolongadas y de alta intensidad, y que pueden estar conformados por agua, barro, rocas, y grandes restos de vegetación, así como por todo tipo de desperdicios y arrastres de materiales fabricados por el hombre. Los tamaños de los sedimentos arrastrados varían desde micrones, como los limos y las arcillas, pasando por los cantos rodados de varios centímetros, hasta varios metros de diámetro, como los grandes peñones o rocas.
La corrección de torrentes tiene como finalidad controlar el gran potencial destructivo de estos aludes torrenciales o deslaves, producto de la energía del flujo proveniente principalmente de la elevada pendiente de los cauces de características torrenciales y de la presencia de materiales sólidos transportados por la corriente, los cuales, junto con el agua, pueden causar enormes daños al alcanzar las planicies ubicadas aguas abajo, donde normalmente se concentran las actividades y la infraestructura humana (ciudades, carreteras, cultivos, etc.).
Como consecuencia de la ocurrencia de las tormentas en la cuenca, o el deshielo, los cursos de agua aumentan de caudal y se producen crecidas extraordinarias, pudiéndose generar los desbordes sobre las márgenes adyacentes del río, muchas ellas invadidas por el hombre, pudiéndose provocar, con mayor frecuencia, catástrofes que involucran pérdidas de vidas humanas y económicas cuantiosas. La memoria del agua es tal que por más que durante años no se haya manifestado, al cabo del tiempo hace presencia tratando de recobrar sus territorios.
2.- ANTECEDENTES.-
El fenómeno de los deslaves o flujos de material en la Cordillera de la Costa, así como en la Cordillera de los Andes no es nuevo, las noticias que se tienen dan cuenta de la presencia de estos eventos en estos sistemas montañosos, de forma recurrente desde el siglo XVI. No obstante, considerando las características topográficas, geológicas, climatológicas e hidrológicas de los sectores donde se han localizado los mismos, los estudios técnicos realizados infieren que estos fenómenos inmanentes al proceso de conformación de este sistema, se repetirán en el futuro.
En el caso de Venezuela, así como en otras regiones de Latinoamericana, en las grandes ciudades y áreas geográficas donde se asientan estas localidades, la dinámica del crecimiento condujo a violentar de forma sostenida las normas de convivencia con la naturaleza que las sociedades precolombinas habían alcanzado a lo largo de su curso social; los primeros asentamientos urbanos advenidos con el proceso colonizador intentaron, no siempre con éxito, adoptar normas para atemperar los desequilibrios de la intervención. La ocupación y manejo de la tierra con fines productivos enseñó en la práctica, sobre la base del ensayo y error, la más de las veces, a respetar los dominios de la naturaleza y a pagar su vulneración con la afección de los escasos bienes y pérdidas de vidas. Por ello los desastres naturales meteorológicos, salvando contadas excepciones, no tuvieron grandes impactos.
La intrusión de los espacios naturales, no pocas veces asociados al proceso de apropiación de la tierra, que en las noveles ciudades expandió la frontera suburbana y las zonas de extramuros, trajo consigo la violación de los códigos ecológicos del uso del espacio. Estos hechos, sin embargo, tuvieron un presencia restringida por la baja densidad demográfica que acompañó a nuestro poblados y ciudades durante los primeros tres siglos y medios de sus vidas. El crecimiento acelerado que cobró fuerza hacia la segunda mitad del siglo pasado sometió a ciertas áreas de la región capital y central a un urbanismo violentado, relegando lo rural a una suerte de relictos productivos. Su corolario han sido las transformaciones de los patrones de vulnerabilidad como un problema de desarrollo, circunstancias hacia la cual apuntan las investigaciones y últimos estudios sobre riesgo y prevención de desastres.
A manera de ejemplo se quiere indicar y recordar los eventos ocurridos en el Estado Vargas en Venezuela, el cual es uno de los ejemplos más importantes desde el punto de vista de deslaves ocurridos en el mundo.
El fenómeno torrencial acaecido en el estado Vargas-Venezuela en Diciembre de 1999, afectó a la franja norte costera de Venezuela (estado Vargas), causando gran cantidad de daños materiales y pérdidas de vidas humanas, identificándose como una de las peores ocurridas en el siglo XX. Las intensas lluvias ocurridas en la cordillera de la costa del precitado estado, provocaron la crecida y el desbordamiento de cincuenta y cinco (55) quebradas y ríos que afectaron en diferentes magnitudes aproximadamente a unos 50 Km. de la costa.
En términos hidrológicos se tienen los siguientes datos:
n 15 días de lluvias torrenciales
n 911 mm en 3 días vs. 510 mm / año
n 72 mm en 1 hora (16-12-1999)
Como se podrá observar, la precipitación ocurrida en tres días (911 mm) fue casi el doble del promedio anual (510 mm), además que la precipitación registrada en un día (72 mm) es un 14 % sel promedio de la precipitación anual.
Obviamente los datos indicados permiten deducir que fue un evento de características extraordinarias.
Foto N° 2.- Imagen del Deslave del Río San Julián en Diciembre de 1.999. Caraballeda, Estado Vargas, Venezuela.
Los movimientos en masa ocurridos en el Litoral Central, consistieron principalmente en el flujo de lodo en las zonas bajas, caídas y deslizamientos de rocas, flujos de detritos y bloques de rocas en las zonas altas. El material fue conducido hasta los cauces de las quebradas donde se unieron con las corrientes de agua y formaron los flujos torrenciales.
Foto N° 3.- Imagen de la Urb. Los Colares en la margen izquierda del Río San Julián, luego del Deslave en Diciembre de 1.999. Caraballeda, Estado Vargas, Venezuela.
El evento ocurrido en Febrero del 2.005, fue de características excepcionales, que aunque no es comparable con el evento de Diciembre de 1.999, los escurrimientos ocurridos en las cuencas fueron importantes si se consideran los registros pluviométricos históricos con que se cuenta.
De acuerdo con la literatura revisada sobre los diluvios sucedidos en la vertiente septentrional de la Cordillera de la Costa, estos presentan las características propias de una abrupta topografía.
Tormenta en La Guaira, 11 al 13 de Febrero de 1798
Con base en la descripción de un testigo presencial y sus reportes, así como en las observaciones de Humboldt, quién visitó la zona algo más de un año después del suceso, entre el 11 y 13 de Febrero de 1798 La Guaira sufrió los efectos de una severa tormenta. En esa ocasión, el río Osorio experimentó un notable incremento en su caudal, saliéndose de su cauce, consecuencia de más de 60 horas de lluvia, lo cual obligó a construir obras de emergencias para desviar el rumbo que llevaba la creciente hacia el centro de La Guaira (hacia la hoy conocida como Plaza Vargas).
Tormenta en La Guaira, del 15 al 17 de Febrero de 1951
Un fenómeno meteorológico similar sucede en la misma zona del 15 al 17 de febrero de 1951 cuando el río Naiguatá cambia de cauce arrasando consigo numerosas casas, mientras que otros ríos como el Osorio y el Caracas crecen por las precipitaciones afectando, el primero de ellos, a la ciudad de La Guaira.
Estas precipitaciones se calcularon en cerca de 530 mm de agua en tan sólo 60 horas. El evento quedó bastante bien documentado en los periódicos de la época, especialmente en El Universal, que hizo también referencia a los efectos desastrosos de las lluvias tanto en Caracas como en el resto del territorio nacional.
Tormenta en Maracay, 7 de Septiembre de 1987.-
De igual forma han ocurrido otros eventos que se convirtieron en tragedia, donde no se pude dejar de mencionar el deslave del río Limón en el piedemonte de la Ciudad de Maracay, Estado Aragua, Venezuela.
El día 06 de septiembre de 1987 ocurrió una de las inundaciones de mayor magnitud sucedidas en áreas urbanas en Venezuela hasta ese momento.
El deslave del El Limón fue un desastre natural que consistió en el arrastre de sedimentos provenientes de los cerros del Parque Nacional Henri Pittier, ocasionados por una tormenta de características extraordinarias.
Ese día las intensas lluvias, se contabilizaron unos 180 milímetros de precipitación, lo cual sería el acumulado de dos meses promedio en los registros con que se disponían en ese entonces.
Foto N° 4.- Imagen del Deslave del Río Limón en Septiembre de 1.987. Maracay, Estado Aragua, Venezuela.
3.- CONSIDERACIONES FINALES.-
Los eventos originados por tormentas con precipitaciones de carácter extraordinario son recurrentes a lo largo de la historia, los cuales generan crecidas o deslaves que pueden traer como consecuencia los desbordes sobre los desarrollos urbanos, con resultados trágicos para la población afectada.
Los riegos que se originan por la ocurrencia de los aludes torrenciales no pueden ser eliminados y no se pueden eliminar. Lo que sí se puede hacer es estar mejor preparados para evitar, en la medida de lo posible, que un nuevo alud torrencial origine afectaciones en las áreas urbanas ubicadas en los piedemonte de las serranía y a su habitantes.
Si bien es cierto que el cambio climático está afectando algunas zonas geográficas alrededor del mundo, también es cierto que eventos como los deslaves descritos anteriormente vienen ocurriendo desde el siglo XVIII, cuando ni se pensaba en el cambio climático. Lo que si es cierto es que los organismos competentes en nuestro países Latinoamericanos y en especial en los países tropicales alrededores del mundo, deben ser más enérgicos en el ordenamiento territorial, pues en casi todos los países antes indicados, existen planes, proyectos, ordenanzas y un sinfín de normativas, pero estas no tienen ningún valor si no se aplican y se hacen cumplir.
Desde el punto de vista conceptual, la Gestión del Riesgo de Desastres es un proceso social cuyo fin último es la prevención, la reducción y el control permanente de los factores de riesgo de desastre en la sociedad, así como la adecuada preparación y respuesta ante situaciones de desastre, considerando las políticas nacionales con especial énfasis en aquellas relativas a materia económica, ambiental, de seguridad, defensa nacional y territorial de manera sostenible.
Desde el punto de vista técnico de la Gestión para la Mitigación del Riesgo, debe estar acompañada de obras de saneamiento, vialidad, vivienda y una infinidad de acciones cuyo objetivo sea la protección de los habitantes, sus bienes y así poder ofrecer un normal desenvolvimiento de las actividades urbanas, agrícolas o pecuarias y poder ofrecer un desarrollo sostenible desde un punto de vista integral.
Sin embargo, la falta de educación, información, la falta de controles urbanos o de ocupación de áreas vulnerables antes eventuales desbordes de cauces naturales, son el común denominador en nuestros países.
Es importante indicar que si las decisiones políticas continúan prevaleciendo sobre las decisiones técnicas no habrá posibilidad desarrollo de nuestros países. A veces las decisiones técnicas podrían resultar no ser las más convenientes desde el punto de vista político, pero ser las correctas, en tal sentido, se debe “tecnificar la política” para que así, en nuestros países Latinoamericanos, se enrumben en el camino correcto hacia un verdadero desarrollo y bienestar para sus habitantes.
A lo largo de la historia, el hombre ha logrado interpretar una pequeña parte de los hechos, elementos o fenómenos que han transformado su relieve.
Es importante destacar que estos fenómenos, que ocurren generalmente en las áreas adyacentes a los piedemontes de las serranías, deben ser del conocimiento público. La población en general debe conocer los riesgos que corre cuando decide habitar determinado lugar. No obstante, los organismos públicos deben restringir las áreas de riesgo mediante la implementación de Planes de Desarrollo Urbano que limiten o circunscriban las áreas a desarrollar y que definan las áreas delimitadas como planicies inundables con riesgo potencial, en este caso con riesgo de eventuales inundaciones o desbordes de los cauces naturales.
La capacidad de la población para interpretar los hechos pasados ocurridos en la naturaleza, es determinante para establecer áreas seguras para la implantación de desarrollos urbanos.
Todo ello se logra con algo muy simple………….con la educación de la población.
Abril, 2.017
Gian Franco Morassutti F.
gfmorassutti@gmail.com